miércoles, 22 de julio de 2015

DE CARNE Y HUESO


Este verano leí un libro que me gustó mucho: " La Madre Im-Perfecta". No recuerdo el nombre de la autora, recuerdo que es periodista, y madre. (Podéis encontrarlo en la biblioteca de Cocentaina)

Un dato me llamó la atención: Una investigación antropológica, descubría algo en común entre todas las madres de diferentes culturas del mundo: La culpa.

Quiero señalar la diferencia entre el sentimiento de culpa y el valor de la responsabilidad, algo que frecuentemente confundimos.

Sobre la culpa: Una sociedad, una cultura, una nación, tiene un código moral. unas normas por las que se rige, algunas, las conocemos de forma consciente, otras son inconscientes. Si hablamos específicamente de todas las normas o los deberías que forman parte del código moral de la paternidad, y en especial de las madres en nuestra sociedad, podemos pensar en un sin fin de deberías que habitan en el inconsciente colectivo.

Citaré solo algunas frases de madres a las que he acompañado:
Una madre debería cuidar siempre de sus hijos
Una madre debe cocinar siempre para sus hijos
Una madre no debe dejar a sus hijos en ninguna ocasión
Una madre debe tener la casa siempre limpia...

En una ocasión, una madre primeriza, con un bebé de cuatro meses, y la cual empezaba a trabajar, se sentía angustiada porque si debía tener su casa limpia todos los días, cocinar para su marido, trabajar, no tenía tiempo de estar con su bebé. Y mucho menos, de cuidarse ella misma.

Le costaba aceptar su necesidad, y le costaba mucho saltarse la norma de "Debo tener mi casa limpia todos los días"

Esto le creaba malestar, ya que no estaba atendiendo sus necesidades. No se estaba cuidando. Sus deberías tenían más peso. Y es aquí donde la culpa emerge y  tortura. La culpa es el sentimiento que surge cuando nos saltamos el código de normas que hemos adquirido como válido, y a veces como única opción, olvidando todos los recursos que tenemos al alcance para cuidarnos y satisfacer nuestras necesidades.

Este proceso suele ser automático, inconsciente, y activa una parte de nosotros, que es inculpadora, y nos reñimos por no hacer lo que debemos hacer.
Hace poco tiempo, y gracias al trabajo que he realizado este año acompañando en una escuela de madres, yo, como hija, me di cuenta de algo que os parecerá obvio. Y es que las madres, SON PERSONAS!, personas de carne y hueso. Personas que tenían unas aficiones, unas costumbres,  una vida distinta, antes de ser madres.

Personas que han decidido ser madres y entregar su vida y su amor a sus hijos, con el deseo de hacerlo lo mejor posible. Personas ocupadas en crecer y acompañar el crecimiento de sus hijos de la forma más saludable posible.

Y en este proceso, no podéis olvidar, precisamente, que sois personas de carne y hueso, que no estáis blindadas ante la vida, ante las experiencias.
Y que acompañar a los hijos en su crecimiento, pasa por acompañaros y apoyaros a vosotras mismas en el vuestro y en vuestra vida.

No sois culpables de no limpiar la casa semanalmente. Si realmente es lo que necesitáis, si sois responsables de encontrar soluciones que os beneficien: Buscar ayuda, pedir ayuda a vuestro maridos, a vuestros hijos.

Responsabilidad: Es la capacidad que tenemos de responder a lo que ocurre y lo que necesitamos.
Cuando nos sentimos responsables, buscamos formas de cuidarnos sin inculparnos.
Recuperamos el poder de decidir, la libertad de elegir la opción que más nos beneficia, y más beneficia a la familia. Porque cuando nos cuidamos, cuidamos al otro, cuando nos amamos de verdad, amamos, cuando como madre te permites ser también persona de carne y hueso, se lo permites a los que te rodean. Y se puede convivir en familia de forma im-perfecta, gozando cada cual de su espacio y también de un espacio equilibrado.

Hay algunas habilidades que nos ayudan en este proceso. Una de ellas es aprender a pedir.

Aprender a pedir es una habilidad muy importante cuando os convertís en padres. Como dice un proverbio africano:
"Para criar a un hijo, se necesita toda una tribu".

Ser capaz de pedir, significa que sabes lo que necesitas, que puedes apoyarte a ti misma, que le das importancia a tus deseos, y que de forma respetuosa, estás cuidando de ti misma.
Y sin ninguna duda, mereces esto, y más.